Al alba doy
tu nombre,
hija de la
noche,
amanecer
insistente,
fulminante
rayo
que abre la
mañana.
Mirándote
adivino
el ligero
temblor
de los
árboles,
siguiendo
el compás de
la brisa,
al inicio
del instante
que
encarcela la emoción
de inaugurar
la luz.
Aliada del
viento,
siempre en
marcha,
sin detener
tu paso
renuevas,
con los
golpes de la vida,
tu
escultura.
Eres el mar
en estado puro:
arquitectura
transparente,
rehaciéndose,
en un vaivén
secreto,
derramándote;
altanera,
esparces tus
perfumes
con tu
poderío de ala blanca
e
inmediatamente,
te bates en
retirada
sin dejar los
pies.
Al alba doy
tu nombre
porque eres,
voluntad de
mañana.
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